viernes, 23 de septiembre de 2011

Otoño

 

El otoño llama a nuestra puerta en esta tarde de octubre. En la ventana las gotas de lluvia resbalan hasta morir lentamente en el alféizar, y en la calle, el silencio se vuelve aplastante y casi misterioso. 

A veces sentimos escapar de nuestra mente e incluso de nosotros mismos, pero el corazón siempre nos recuerda quienes somos. Más que quienes somos, como nos sentimos.

Para mí el otoño siempre fue la estación con más encanto del año. La transición entre la calidez y el sol del verano al crudo frío del invierno. Una época que se traduce en rescatar las primeras ropas y abrigos del armario, el caer de las hojas de los árboles del parque, donde a su vez, anochece más temprano. 
Un tiempo en el que el tiempo parece cambiar de dimensión, como cambia la tonalidad de colores de los paisajes… 
Los marrones, rojos y anaranjados adornan los bosques y las luces de las farolas de las calles nos recuerdan que la tarde nos anuncia la llegada de una noche en calma, más mística y bohemia que aquellas alocadas propias del verano que acabamos de dejar atrás. 
Llega el tiempo de la reflexión, de los paseos a media tarde, de las charlas en agradable compañía con una buena infusión o un chocolate caliente, de las salidas al cine o una buena peli en el sofá de casa. 
El otoño invita a disfrutar de los pequeños placeres y la comunicación con nosotros mismos. Son momentos que inspiran, evocan, producen nostalgia, pero son infinitamente hermosos. 
Cualquier tarde de otoño puede ser perfecta para comenzar a escribir un libro, una historia, o una nueva vida que comienza. En esta época, me siento más conectada con mi mundo interior y a su vez, intrigada por indagar en el exterior

En esta tarde de septiembre, los sentimientos y la melancolía están a flor de piel. No deseo recrearme en ello, pero si quisiera aprovecharlo para crear algo, una nueva historia, un nuevo episodio que con esta etapa ya se abre camino... 
Bienvenido a mi hogar dulce otoño.