viernes, 27 de julio de 2012

“El valor de cada uno”


 
Un niño entró en una tienda de animales y preguntó el precio de unos cachorros que estaban en venta.
-Entre 30 y 50 euros, respondió el dueño.
El niño sacó unas monedas de su bolsillo y dijo:
-Sólo tengo 2 euros...¿Podría ver los perritos?
El dueño de la tienda sonrió y llamó a Fifi, la madre de los cachorritos, que vino corriendo, seguida de cinco bolitas de pelo. Uno de los cachorritos venía el último y caminaba con dificultad.


El niño, señalando a aquel cachorrito, preguntó:
-¿Qué le ha pasado?
El dueño de la tienda le dijo que el veterinario le había examinado y descubrió que tenía un problema en el hueso de la cadera, de manera que siempre caminaría con dificultad.
El niño se animó y dijo con los ojos llenos de alegría:
¡Ése es el perrito que quiero comprar!


El dueño de la tienda respondió:
-No, a este no lo puedes comprar. Si de veras lo quieres, te lo regalo.
El niño guardó silencio y con los ojos llenos de lágrimas, miró fijamente al dueño de la tienda y le dijo:
-Yo no quiero que usted me lo regale. Este perrito vale igual que cualquiera de los otros y yo voy a pagarlo todo. Le doy ahora 2 euros, y le iré pagando cinco euros cada mes, hasta pagar todo.
Sorprendido, el dueño de la tienda le contestó:
-¿Cómo vas a comprar este perrito? Nunca podrá correr, saltar o jugar contigo y con los otros perritos.
El niño, muy serio, se agachó y se descubrió lentamente la pierna izquierda, d
A veces despreciamos a las personas con quienes convivimos todos los días a causa de sus defectos, cuando en realidad todos somos iguales o peor que ellas. No nos damos cuenta de que esas mismas personas necesitan de alguien que las comprenda y las ame, no por lo que ellas pudieran hacer, sino por lo que realmente son. Amar a todos es difícil, pero no imposible.
Dejando ver la prótesis que usaba para andar... Y, mirando al dueño de la tienda le respondió:
-Mire...a mí me falta una pierna...Yo no corro muy bien y el perrito va a necesitar de alguien que lo entienda.

Preciosa historia, me encanto, me toco el corazón,
y quise ponerla en mi blog y compartirla con vosotros.

domingo, 22 de julio de 2012

Ser humilde




Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño
 silencio me preguntó: -Además del cantar de los pájaros, ¿Escuchas alguna
 cosa más?... – Agudicé mi oído y algunos segundos después le respondí:
Estoy escuchando el ruido de una carreta.
Eso es- dijo mi padre-. Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?
 Entonces mi padre respondió: Es muy fácil saber cuando una carreta está vacía,
 por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta mayor es el ruido que hace.
 Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo una persona hablando demasiado,
interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportun@ o violent@,
presumid@ de lo que siente y sintiéndose prepotente, tengo la impresión de
oír la voz de mi padre diciendo:
“Cuando más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace"

miércoles, 18 de julio de 2012

Cuando lo matamos



El amor no muere por causas naturales.

Muere por negligencia y abandono.

Muere por ceguera e indiferencia y porque se lo da por sentado.

Las omisiones son generalmente más graves que los errores cometidos.

Finalmente, el amor muere de cansancio, porque no se lo alimenta.

No dejamos de amar así porque si, del mismo modo en que nos enamoramos porque si.

Cuando el amor muere, es porque uno o ambos amantes
lo descuidaron, no lo avivaron ni renovaron.

Lo mas triste es que siempre cada quien termina echándole la culpa al otro.

Como cualquier otro ser viviente, el amor requiere el esfuerzo mutuo de mantenerlo sano.

El amor es como una flor Bella, mientras vive, todos la quieren, pero una vez muerto nadie lo desea.

También pienso que muchas veces desechamos el tallo que dio vida a una hermosa flor, sin saber que ese tallo algún día podría dar otra flor mas bella un.

Cuantos de nosotros de verdad sabemos diferenciar lo que hay entre lo que es, la necesidad de amar a una persona y amar a la persona misma?

miércoles, 11 de julio de 2012

La sirena




Westerschouwen fue en tiempos pasados un gran puerto pesquero. Sus naves atravesaban en todas direcciones el mar del Norte y traían ricos cargamentos de pescado. Esto hizo que sus habitantes se volvieran tan soberbios por su gran conocimiento del mar, que frecuentemente solían decir: «Nosotros somos los dueños del mar. ¿En qué parte del mundo se puede encontrar unos pescadores como los de Westerschouwen?»

Un día que un grupo de estos pescadores estaba en sus botes, mar adentro, al sacar las redes encontraron en ellas una hermosa sirena.

- ¡Oh, dejadme escapar, buena gente! - suplicó.

Pero los pescadores, insensibles a los ruegos de la sirena, la metieron en la barca, para llevarla a tierra y enseñarla a la gente de su pueblo.

En el camino se fueron burlando de ella despiadadamente.

- ¡Por favor - repetía la sirena -, dejadme marchar, que yo sabré recompensaros!

Pero por toda respuesta los pescadores reían estrepitosamente de sus ofrecimientos. Entonces una voz desgarradora se dejó oír desde lo profundo del mar.

- ¡Es el tritón! - exclamaron los pescadores, con una risa burlona -. Miradle: allí está flotando, con su pequeño en brazos.

Efectivamente, el tritón surgía del agua con su cabellera verde, como las olas, y con el rostro cobrizo. En brazos llevaba a su hijito. Al verlos, la sirena extendió sus brazos amorosamente hacia ellos.

- ¡Devolvédmela! - gritó el tritón, llorando -. ¡Éramos tan felices con nuestro pequeño! ¿Qué vais a hacer con ella? ¡Morirá en cuanto toque tierra!

Pero los pescadores, sin contestarle, siguieron navegando hacia el puerto.

Una y otra vez el tritón aparecía sobre el agua, mirando con pena a su querida esposa, mientras ella, con los ojos llenos de lágrimas, trataba de contemplarlo a través de la red.

Cuando llegaron a la playa, los pescadores saltaron a tierra. Los esperaban sus mujeres e hijos, con gran alborozo. Entonces, sacando la red, la exhibieron ante todos, para que contemplaran a la sirena, mientras el tritón, en la orilla, extendiendo sus brazos con desesperación, nadaba, gritando:

- ¡Escuchadme, pescadores! Nosotros vivimos en el fondo del mar, en una casita hecha de conchas blancas, azules y doradas, que la sirena y yo hemos ido recogiendo amorosamente. Tenemos un hijito que es nuestra alegría. ¿Vais a permitir que ella muera en tierra? ¡Tened piedad!

Pero los hombres y las mujeres gritaban alegremente, sin hacerle ningún caso, mientras arrastraban a la sirena, encerrada en la red, hasta el faro próximo, donde la abandonaron. Al poco tiempo, la pobre sirena murió.
El tritón, loco de desesperación, trataba de acercarse todo lo que podía al faro, vigilando a su querida esposa, mientras los pescadores se burlaban de él, diciendo:

- ¿En qué puedes tú dañarnos? No posees espadas, ni flechas, ni nada con que hacernos mal.

El tritón no comprendía sus gritos y la dureza de sus corazones; pero tenía el suyo lleno de odio, dolor y venganza. De pronto empezó a hundirse, y de nuevo salía a la superficie transportando algas y arena. Con ellas fue rellenando los fondos de la orilla del mar, y en pocas horas las vías de salida de los barcos del puerto quedaron completamente obstruidas.

Entonces, el tritón, nadando lentamente, se alejó con su niño hacia su casita de conchas azules, blancas y doradas, y nunca más volvió a Westerschouwen.

La arena y las algas, lenta y silenciosamente, iban siendo arrojadas a la playa por la marea, llegando a bloquear el puerto y encallando las embarcaciones que se hallaban en él.

Poco después, las tempestades v el viento empujaban la arena hasta cubrir las casas y las calles de Westerschouwen. Hasta que al fin tan imposible se hizo allí la vida, que los orgullosos pescadores tuvieron que abandonar la ciudad.

Sin embargo, la arena no invadió el faro, donde la sirena había muerto, y las olas, que tenían el color del pelo del tritón, siguieron meciendo dulcemente aquellos lugares.

Los hijos del viento del norte



El viento del norte tenia tres hijos: se llamaban Pies Blancos, Alas Blancas y Manos blancas. Cuando estos tres hermanos vinieron a nuestro mundo procedentes de sus palacios invisibles, eran tan hermosos que muchos mortales murieron al contemplarlos, mientras que otros no osaron mirar, pero huyeron aterrorizados a bosques y lugares oscuros. Así que cuando estos tres hijos del Gran Jefe vieron que eran demasiado radiantes para los ojos de los humanos, se desvanecieron con los rayos del sol al atardecer y se reunieron con Ollathair.

Cuando, a través de los rayos del sol al amanecer, volvieron, ellos no eran visibles para ningún hombre, y en todos los siglos que llevan en la tierra, no han podido ser vistos por ningún ojo humano. ¿Cómo sabemos entonces que existen, estos tres hijos del viento del Norte? Ellos eran conocidos en la antigüedad, y son todavía conocidos en la actualidad, sólo por los blancos pies de uno pisando las olas del mar; por el brillo blanco y el crujido de miríadas de plumas volando sobre valles y colinas y las casas de los hombres; y por el silencio de ensoñación con el que el tercero descansa en las aguas, y el viento que mueve las copas de los árboles, desde el helecho hasta el arroyo que baja de la montaña rodeando las rocas y los fresnos como si fuera una bufanda. Sólo les conocemos por la huella que dejan a su paso. Y les llamamos Viento Polar, Nieve y Hielo, en lugar de por sus nombres antiguos, como se les conocía en los albores del día, como Pies Blancos, Alas Blancas y Manos Blancas.

El gato y la zorra



El gato y la zorra, como si fueran dos santos, iban a peregrinar. Eran dos solemnes hipocritones, que de indemnizaban bien de los gastos de viaje, matando gallinas y hurtando quesos. El camino era largo y aburrido: disputaron sobre el modo de acortarlo. Disputar es un gran recurso; sin él nos dormiríamos siempre. Debatieron largo tiempo, y después hablaron del prójimo. Por fin dijo la zorra al gato.

“Pretendes ser muy sagaz, y no sabes tanto como yo. Tengo un saco lleno de estratagemas y ardides.
-Pues yo no llevo en mis alforjas más que una; pero vale por mil”

Y vuelta a la disputa. Que sí, que no, estaban dale que dale, cuando una jauría dio fin a su contienda. Dijo el gato a la zorra:
“Busca en tu saco, busca en tus astutas mientes una salida segura; yo ya la tengo”
Y así diciendo se encaramo bonitamente al árbol más cercano. La zorra dio mil vueltas y revueltas, todas inútiles; metiese en cien rincones, escapó cien veces a los valientes canes, probó todos los asilos imaginables, y en ninguna madriguera encontró refugio; el humo la hizo salir de todas ellas, y dos ágiles perros la estrangularon por fin.
Piérdase a veces un negocio por sobra de expedientes y recursos; se malgasta el tiempo buscando cuál es el mejor, probando esto, lo otro, y lo de más allá.
Mejor es tener una sola salida; pero buena.

lunes, 9 de julio de 2012

La luna y el aire son amantes


                                                              
 Los gemidos son intensos
las sensaciones aumentan
lo gritan a los cuatro vientos
todos lo comentan
el aire y la luna
se están amando
aunque parezca una locura.
El aire y la luna se aman
en el fondo del mar
hasta el fondo de la luna
el aire consigue entrar
gimiendo los dos extasiados,
plenos de amor y libertad
es lo mas parecido
a la felicidad
Bebe de mi, aire mio
mi mar es para ti
con tu calor no tengo frio
todo esta caliente en mi
sigue asi y como un rio
yo fluire para ti
El aire dentro de la luna esta
y los dos se mueven a compas
alla, en el fondo del mar
despacito primero, para luego
la velocidad aumentar
entre gemidos y mas gemidos
que los dos no paran de dar
el gozo es infinito,
hasta no poder ya mas
y los dos dejarse llevar
para terminar exhautos
envueltos en un abrazo infinito
mas alla de los tiempos

Cine-Ernest Borgnine


Ernest Borgnine


Nació el 24 de enero de 1917 en
Hamden. Hijo de inmigrantes italianos. A los 18 años se alistó en la Marina, aunque lo dejó, volvió en 1941 para servir en la II Guerra Mundial hasta 1945.

Tras tomar unas clases de actuación en la Randall School of Drama en Hartford entró en la compañía de teatro de Robert Porterfield, donde estuvo cuatro años. Su debut se produjo en el escenario con
Harvey (1948) y en la pantalla con China Corsair (R. Nazarro, 1951), y The Whistle at Eaton Falls ( R. Siodmak , id.).

Encarnó casi siempre a personajes sádicos como en
De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953), Veracruz (Robert Aldrich, 1954), Conspiración de silencio (John Sturges, 1955), Marty (Delbert Mann, 1955). Por esta última le otorgaron un Oscar de Hollywood y un premio en el Festival de Cannes.

Cansado de este tipo de personaje, se estrenó en televisión, obteniendo un Emmy por el folletón
McHale's Navy . Volvió al cine con: El vuelo del Fénix (1966), Doce del patíbulo (1967), La leyenda de Lylah Clare (1968), El emperador del Norte (1973), y Destino fatal (1975), Jubal (D. Daves, 1956), Los vikingos (Richard Fleischer, 1958), Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969), La revolución de las ratas (Daniel Mann, 1971), Law and Disorder (I. Passer, 1974), y Convoy (Peckinpah, 1978).

En sus seis décadas dedicadas al séptimo arte participó más de 100 películas, destacando también en su faceta de doblador para producciones animadas como 'Los Simpsons' o 'Bob Esponja'. En 2011 Ernest Borgnine fue homenajeado y recibió un
Premio del Sindicato de Actores como reconocimiento a su trayectoria.

Contrajo matrimonio en 1973 con Tova Borgnine. Su primera esposa fue Rhoda Kemins entre 1949 y 1958, con quien tuvo un hijo; posteriormente se casó con
Katy Jurado, entre 1959 y 1963; un año más tarde con Ethel Merman y en 1965 con Donna Rancourt, con quien tuvo tres hijos.

Ernest Borgnine falleció el 8 de julio de 2012 a los 95 años, a causa de una insuficiencia renal en el hospital Cedars-Sinai Medical Center de
Los Angeles, en California, acompañado de su esposa e hijos.

martes, 3 de julio de 2012

EN LA NOCHE


Quiero seguir en la noche,
vivir que me rozas,
 el beso no termina,
la caricia aviva.
 
Tú me miras, en tí   me veo,
el abrazo que me acoge
  mi deseo abriga,
en ti vivo, en tí muero.
sólo por tí, quiero. 
 
En este manto de noche
duerme el olvido,
 la duda ya no anida.
Soy de arena con el viento
de los cristales rotos,
para levantar la noche,
para verte hoy al día.
 
Si tu sombra resiste al sol,
nunca diré que fue sueño,
sentir y saberme querida.