(John Charles Carter; Evanston, 1921- Los Ángeles, 2008) Actor de cine estadounidense. Alto y musculoso, de gran presencia física, mandíbula prominente y unas facciones patricias que sugerían inteligencia y seriedad, sus primeros papeles fueron de duro y al poco tiempo se convirtió en el típico héroe épico de Hollywood, interpretando a grandes personajes como Moisés o Miguel Ángel en una sucesión de superproducciones.
Su origen humilde no le impidió ir a la universidad y estudiar arte dramático en la Northwestern University. Su formación teatral antes de dedicarse al cine fue cien por cien shakesperiana. Después de sus años de universidad trabajó en la radio y en el teatro, momento en el que le sorprendió la Segunda Guerra Mundial. Fue destinado a las islas Aleutianas y sirvió en la fuerza aérea.
Tras su regreso a la vida civil, debutó en el teatro como actor secundario, y en su primera aparición en Broadway integró el reparto de Anthony and Cleopatra en 1947. Fue entonces cuando, ya con el nombre artístico de Charlton Heston, empezó a adquirir popularidad gracias a una sucesión de especiales de televisión, en los que representaba papeles históricos.
Ésta y otras actuaciones hicieron que la Paramount decidiera contratarle y le incluyera en el reparto de Ciudad en sombras (1950), de Wiliam Dieterle, lo que debe considerarse como su debut en el cine comercial.
El director Cecil B. de Mille reparó pronto en el joven actor, a quien consideró muy fotogénico, con cierto aire épico y muy respetuoso con las indicaciones que se daban. De este modo se integró en películas de alto presupuesto y gran acogida en la taquilla, como El mayor espectáculo del mundo (1952), del propio de Mille, en la que intervino como director de pista del circo.
Dos años después alcanzó un notable reconocimiento con su actuación en una aceptable película de aventuras, Cuando ruge la marabunta, de Byron Haskin, que además introdujo un inteligente contenido erótico de forma más o menos subliminal.
En 1956, a partir de su papel de Moisés en Los diez mandamientos, entró a formar parte del estrellato de Hollywood. La oportunidad le vino de la mano de Cecil B. de Mille, que rodaba su segunda versión sobre el tema y que convirtió la película en una superproducción mastodóntica, tanto por su reparto como por sus escenarios. Heston fue el gran protagonista y a partir de aquel momento puede decirse que entró en el círculo de los grandes, en el que supo mantenerse.
Al margen de la repercusión que tuvo su imagen, Heston ha sido un actor que ha conocido perfectamente los entresijos del cine y ha sabido distinguir el arte del cine malo. Dio muestras de ello cuando gracias a él Orson Welles pudo terminar su policíaco Sed de mal (1958), con Heston convertido en un oficial de policía mexicano que se enfrenta con el inspector estadounidense que encarnaba el propio Welles.
A finales de los años cincuenta, William Wyler le dio otro de los papeles trascendentales de su carrera. Heston fue Judá Ben-Hur, en la segunda adaptación de la novela que escribiera el general Lewis Wallace. Ben-Hur es otra película de gran espectáculo, con excelentes momentos cinematográficos y que obtuvo la mayor cosecha de premios de la Academia de Cine, entre ellos el de mejor actor protagonista para Charlton Heston.
El productor Samuel Bronston, que durante varios años convirtió los alrededores de Madrid en un pequeño Hollywood (ya que aprovechó la cobertura propagandística que se le ofrecía y los bajos costes de las producciones en España para el capital norteamericano), le llamó para protagonizar El Cid (1961), con dirección de Anthony Mann, una adaptación a las concepciones estadounidenses de las andanzas del héroe castellano que, aunque concebida con técnica de western, no dejaba de poseer cierta dignidad. Para el mismo productor trabajará dos años después en 55 días en Pekín (1963), en una película que firmó Nicholas Ray.
Otro de sus momentos culminantes del actor fue su papel del astronauta Taylor en El planeta de los simios (1967), de Franklin J. Schaffner, filme que constituyó el inicio de una serie de películas sobre el tema (de la que la mejor fue ésta), y que se convirtió en un punto de referencia para el cine de ficción científica de la cinematografía moderna. Schaffner, que dos años antes había rodado con él un excelente trabajo sobre la Edad Media, El señor de la guerra (1965), quedó encantado con el trabajo del actor.
Heston también se dedicó a la dirección. Su carrera en esta faceta no fue tan brillante como la de actor, aunque supo mostrar en sus pocas intervenciones como director que sus planteamientos eran ambiciosos desde el punto de vista cultural y, aunque se mostró irregular, no dejó de demostrar que conocía a fondo el lenguaje cinematográfico. Entre su películas como director cabe destacar Marco Antonio y Cleopatra (1973), rodada en España con muy poco presupuesto, y la película de aventuras titulada Desafío en las profundidades (1982).
Su vida privada fue sumamente tranquila en comparación con el promiscuo ambiente de Hollywood; sólo secasó una vez, y la pareja que forma con su mujer es emblemática precisamente por su fidelidad. Su hijo Fraser también se ha dedicado al cine, pero con mucha menor resonancia que su padre.
Charlton Heston fue uno de los actores que mejor supo encarnar en el cine el concepto del héroe. Sacó todo el partido posible a un físico excelente, y aportó además un estilo interpretativo que, aunque limitado, era adecuado para el tipo de papeles que representaba y que le dieron popularidad. Nadie como él interpretó los papeles históricos, a los que supo dotar de un aura especial.