lunes, 29 de agosto de 2011

Señora


¡Quién pudiera, señora, quién pudiera
tener de tu perfume el fresco aroma,
y volar junto a ti como paloma
en busca de la eterna primavera!

¡Cuánto diera, señora, cuánto diera
por tus manos tomadas de las mías,
y poderlas besar todos los días
al despuntar el alba, cuánto diera!

Pero sé que jamás podré besarte
y entonces me resigno a no desearte,
porque tienes un halo de misterio

e infundes con tu porte, tal respeto...
que por eso contigo no me meto,
entiendo, no le vas al adulterio.

Además, me consideras hombre serio.

¡Oh, dulce tentación, bello secreto!