martes, 9 de agosto de 2011

BLANCA ROSA



Era un ángel del cielo, dulce cual miel de abejas,
ningún toque faltaba a su fresca hermosura;
no tenía sufrimientos ni amarguras ni quejas
y su andar era un canto de agraciada figura.

Deseaban sus amores ardientes corazones,
muchas bocas guardaban un beso contenido;
entre todos los hombres despertaba pasiones
y era como una rosa que nunca se ha cogido.

Era única entre todas las flores que brindaron
en verde primavera, sus pétalos brillantes;
sus aromas al viento sutilmente volaron
y cayeron serenos en labios anhelantes.

La belleza y ella unidas por el lazo
de inocentes miradas y risas candorosas;
era frágil muñeca que en virginal regazo
soñaba las caricias de manos amorosas.

Pero quiso el destino, quien todo lo consume,
que aquella mariposa de alitas delicadas
perdiera su donaire, su gracia y su perfume,
dejando tristemente sus cuitas olvidadas.

Sin un adiós siquiera, sin una despedida,
se fue la blanca rosa, la de los labios puros,
quedándose por siempre en su lecho dormida
entre amargos lamentos y silentes conjuros...
Que signaron la ruta de su fatal partida.

¡Se fue la blanca rosa, la de los labios puros!