Canta otra vez en mis oídos el arrullo dulce de tu tintineo de cristal, y
devuélveme el aliento que se deslizó por entre mis dedos bajo las voces sordas
de una multitud sin rostro y sombría. No permitas, te lo ruego, que la luz de
mi mirada se apague en tu reflejo.
Tú y yo sabemos que tenemos que seguir cantando incansablemente nuestros himnos de esperanza. Tú, con el murmullo incesante de tus aguas; yo, con los rumores y alabanzas de mi alma enamorada.
Atrás quedará el desaliento de la mirada razonable y el mal sueño de los actores del olvido. Atrás las promesas ácidas de victoria sobre el dolor y la muerte que los tejedores de espejismos quisieron vendernos a las puertas de nuestro santuario.
Tú y yo sabemos que tenemos que seguir cantando incansablemente nuestros himnos de esperanza. Tú, con el murmullo incesante de tus aguas; yo, con los rumores y alabanzas de mi alma enamorada.
Atrás quedará el desaliento de la mirada razonable y el mal sueño de los actores del olvido. Atrás las promesas ácidas de victoria sobre el dolor y la muerte que los tejedores de espejismos quisieron vendernos a las puertas de nuestro santuario.
Prométeme que no volverán a nublar la luz de mis ojos, que sus voces desafinadas no volverán a turbar mi amor y mi dicha de saberme vivo.
Y prométeme que, como el caballero del Grial, jamás perderé mi derecho de linaje como hijo de las estrellas, para susurrar una y otra vez hasta la eternidad las palabras que en la derrota musitara mi pecho desolado...
"Sólo me queda la esperanza..."
"Sólo me queda la esperanza...".
Extracto del libro: "El manantial de las miradas" de Grian.